miércoles, 30 de enero de 2019

El juez que pidió un consejo a Ghandi

Fue a finales de 1947, cuando  el gobierno de la India, en ese entonces encabezado por Pandit Jawaharlal Nehru, designó al jurista GD Khosla, como juez. Su tarea principal, dar una solución al problema de invasión de casas propiedad de los musulmanes por parte de millones de hindúes y sikhs que abandonaron la recién formada Pakistán.

El juez Khosla, tenía que determinar si las propiedades abandonas por sus dueños que decidieron ir a Pakistán, deberían de ser entregadas a las personas que las ocuparon derivado de la crisis de migración. De igual forma resolvería sobre los casos de despojos realizados en perjuicio de muchos musulmanes que optaron por no migrar. Finalmente, debería resolver si era factible entregar inmediatamente las casas vacias, pues exitían muchas familias en situación de calle, no obstante de no tener certeza de si los propietarios regresarían a reclamar la propiedad. Se preguntaba ¿Quién debía tener prioridad?  

Cuenta el juez Khosla, que la tarea parecía bastante simple al inicio, pero que, tras un examen más detenido, resultó ser un asunto complejo y difícil.

No obstante el desafío que tenía por delante, el caso permitió que el juez hindú obtuviera algo invaluable. Conocería a Mahatma Gandhi.

Recuerda el juez que un día realizó una llamada a la secretaria de Ghandi. El motivo, pedirle una cita. Ella le informó que el Mahatma estaba muy ocupado, pero que podía recibirlo al día siguiente a las 11:00 am. 

Khosla, señala que fue en ese momento en el que le entró un sentimiento de aprensión, pues recordó lo que había escuchado de aquellas personas que trataron con Ghandi. Sin olvidar lo que había logrado Ghandi, con sus opositores a través de su movimiento y sus principios al grado de doblegarlos.

El juez se preguntaba si debía plantear su problema ante el Mahatma. Pensaba si se había colocado en una situación vergonzosa. Concluyó que la cita ya estaba agendada  y tenía que acudir.

Al día siguiente, narra que llegó con mucho tiempo de anticipación a la reunión. Mientras esperaba en la sala de Birla House, recuerda que le preguntó a un funcionario como debía dirigirse hacia Ghandi, pues sabía que odiaba que le dijeran Mahatma. El juez narra la respuesta de la siguiente manera:
"Le pregunté al funcionario cuál era la forma correcta de dirección. "Llámalo Bapuji", dijo. Hubo un toque de desprecio en su tono ante una ignorancia tan burda por parte de un juez del Tribunal Superior".
Khosla, señala que exactamente a las 11, lo llamaron para ir a la habitación donde se encontraba Ghandi. El encuentro lo explica así:
"...estaba sentado en el piso alfombrado. Llevaba solo un paño de lomo y, desde la cintura hacia arriba, su cuerpo estaba desnudo. Estaba delgado, pero de ninguna manera demacrado. De hecho, su piel tenía un brillo fresco y saludable, y sus músculos bien masajeados descansaban firmemente sobre sus extremidades, dándole a su cuerpo una apariencia de juventud y vigor tranquilo. Su rostro estaba casi completamente libre de arrugas, excepto cuando él se reía. Una lámpara... estaba detrás de él, y su luz descendía en un amplio cono que iluminaba su cabeza calva y las curvas bien formadas de sus pequeños hombros. Cuando entré, dejó el papel en el que había estado escribiendo y me saludó de la manera habitual con las manos juntas".
El juzgador relata que se acercó a Ghandi y comenzó a decirle la tarea que tenía asignada y las dificultades y complejidades que presentaba. Agrega que el Mahatama lo escuchaba como cualquier otro hombre. En ese momento Khosla, se dio cuenta que no había ningún poder misterioso o fuerza hipnótica. Tampoco había entrado en un extraño campo magnético o medio espiritual cargado de una tensión convincente como había escuchado de aquellas personas que platicaron con Ghandi.

Antes de concluir la reunión el juez narra lo que le dijo a Ghandi:
''Los musulmanes en el campamento de Old Fort no desean permanecer en este país. Cuando les visité, me dijeron que les gustaría ir a Pakistán lo antes posible. Los nuestros, son personas sin casas ni cobijo. Me rompe el corazón verlos sufrir así, expuestos a los elementos. Dime, Bapuji, ¿qué debo hacer?.
Cuando voy allí, no dicen que quieren ir a Pakistán. Me dicen que si no podemos mantenerlos en sus propios hogares, deberíamos enviarlos a Afganistán, a Irán, a Arabia, a cualquier lugar excepto a Pakistán. También son nuestra gente. Deberías traerlos de vuelta y protegerlos.''
Señala Khosla, que después de escuchar la respuesta de Ghandi, lejos de tomarlo como una orden sintió que fue una declaración de verdad, pues contenía más humildad que autoridad. En su mente se repetía lo que le dijo al final: "Deberías traerlos de vuelta y protegerlos".   

La reunión duró 30 minutos, y el juez señala que por fin supo lo que debía hacer.

Khosla, nunca pensó que días después de haberse reunido con Ghandí, al caminar con su esposa por el mercado, escucharía que un radical disparó en tres ocasiones sobre el pecho del Mahatma, ocasionándole la muerte. Tampoco imaginaría la crisis que se desencadenaría en el país debido a la muerte del líder hindú. Ni mucho menos que sería uno de los tres jueces que conocerían del recurso de apelación interpuesto por el autor material del homicidio del Mahatma, el cual sabemos fue confirmada la pena de muerte. 

La anterior anécdota me recuerda que un verdadero juez es aquel que acepta con humildad un consejo, sin importar de quien venga. No hay peor juzgador que aquel que piensa que por tener el cargo cree conocer de todo. Hasta ellos, de vez en cuando requieren de una guía. 

Agradezco la lectura y me encuentran en Twitter como @abogadotellez.

* La anécdota se puede encontrar en el libro del juez Khoslar: "The murder of the Mahatma, and other cases from a judge's note-book".

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